8/12/10

Las 24 últimas horas de Lennon según Rolling Stone

Impactante artículo en la Rolling Stone digital, copio y pego.

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John Lennon acababa de salir de un letargo de un lustro y había vuelto a grabar, a dar entrevistas, a hablar... Aquel día decidió cortarse el pelo por la mañana: a mediodía tenía cita con una fotógrafa de ‘Rolling Stone’ para la portada de la revista. Luego, por la tarde, al estudio de grabación. Un día ajetreado que vivió casi al completo. Todo se acabó a falta de 53 minutos para la medianoche. Yoko Ono siempre fue una fanática de la numerología. Cuantos trabajaban con ella debían comunicarle su fecha y hora de nacimiento. John Lennon le recortaba cada mañana el horóscopo que publicaba el Town & Country: Libra para él, Acuario para ella. Pero en ninguna cábala entraba que el mundo se fuera a quedar sin John Winston Lennon el 8 de diciembre de 1980, apenas dos meses después de que el ex Beatle hubiera celebrado su 40 cumpleaños. Lo que sigue es la reconstrucción de las últimas 24 horas en la vida de un genio que tuvo un final injusto y prematuro.

02.00h. Mark David Chapman, de 25 años, retoza con una prostituta en su habitación del Sheraton Center, en el cruce de la Séptima Avenida con la Calle 52, en Nueva York. No quiere follar: sólo un poco de conversación y masajes recíprocos. Chapman, que nunca ha disfrutado de una relación sexual plenamente satisfactoria, está emulando a Holden Caulfield, su particular héroe literario. Holden es el desequilibrado protagonista de El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, una novela que ha leído docenas de veces y que volverá a repasar en el fatídico día que ahora comienza.

03.15h. La meretriz acaba de abandonar la habitación número 2.370 del Sheraton con la nada desdeñable cantidad de 190 dólares en el bolso. Chapman, enardecido, aún no logra conciliar el sueño, así que hojea el Nuevo Testamento. Elige las páginas del evangelio según San Juan, al que ha corregido el nombre en su ejemplar: “Evangelio según John Lennon”. A esas mismas horas, Londres se despereza con una divertida sorpresa para los oyentes de la Radio 1 de la BBC. Lennon y Ono han grabado para el programa de Dave Lee Travis una tierna y socarrona postal navideña en la que prometen regresar en breve a Inglaterra “a bordo del Queen Elizabeth Segundo”.

En la España peninsular son las nueve y cuarto de un lunes festivo típicamente frío, festivo y amodorrado. Radio Nacional desgrana los resultados de la jornada futbolística: el Atlético le ha ganado 0 a 1 al Zaragoza de Valdano, el Barça no ha pasado del empate a 1 en Valladolid y el Madrid se ha deshecho 2 a 0 del modesto Salamanca. Sólo hay cinco acertantes de 14 en la quiniela, con 44 millones de pesetas para cada ganador. Pero el protagonista de todas las tertulias, en las ondas y las cafeterías, es el árbitro Guruceta, que en el Bernabéu se encaró con un sector del público en busca del desalmado que le lanzó un guijarro a uno de los linieres.

07.20h. Fiel a sus horarios de amantísimo padre de familia, John Lennon ha vuelto a madrugar en el apartamento del edificio Dakota, en la Calle 72. Tras un pitillo mañanero, supervisa el desayuno de su hijo Sean (fruto del matrimonio con Yoko Ono; tiene otro, Julian, con su primera mujer, Cynthia), de cinco años. Un cuarto de hora más tarde es él quien apura un café en La Fortuna, uno de sus locales favoritos en el West Side. Se avecina una intensa jornada de trabajo. En las tiendas está, desde el pasado 17 de noviembre, Double Fantasy, el disco a dúo con Yoko con el que acaba de regresar a la actualidad tras cinco años de retiro voluntario. Al ex Beatle le habría gustado entregar un álbum incontestable, pero no tiene claro que el suyo supere otros lanzamientos estelares de la temporada; en particular, The River, de Bruce Springsteen, y The Wall, de Pink Floyd.

09.00h. John se entrega a la coquetería en la peluquería Veez A Veez, en la calle 72 Oeste. Pide que le dejen melenita por detrás y un escueto flequillo sobre la frente, casi a la manera de sus peinados cuando lideraba los Beatles por los tugurios de Hamburgo. Es como si todo volviera a empezar de nuevo, igual que el título de ese primer sencillo, (Just Like) Starting Over, que suena sin cesar en las radios locales. El boletín informativo de RNE da cuenta a esas horas del regreso del puente escalonado en las carreteras españolas y de una anodina reunión de la ejecutiva de Unión de Centro Democrático, el partido del presidente Suárez, que prepara su congreso de enero sin sospechar la maniobra golpista que hará famoso a un teniente coronel de la Guardia Civil.

10.00h. La pareja Lennon-Ono concede en el edificio Dakota una entrevista a tres periodistas de la estación de radio RKO. Inmerso en la etapa más hogareña y vitalista de su vida, John se esfuerza por mostrar un perfil entrañable. La conversación deriva por cauces más bien sentimentales. “No me siento como un hombre de 40 años. Me siento como un crío. Hay tantos años buenos por delante con Yoko y nuestro hijo… Tengo la esperanza de morir antes que Yoko, porque si Yoko muriera yo no sabría cómo sobrevivir. No podría seguir adelante”. Veinticuatro horas más tarde, cuando estas palabras sobrevuelen el éter de Nueva York, la ciudad entera ya no podrá contener las lágrimas.

11.00h. Mark David Chapman abre el ojo en el Sheraton. Repasa las entrevistas con Lennon que ha leído en el Newsweek del 29 de septiembre, el Esquire de noviembre y el Playboy de diciembre y corrobora sus impresiones de los últimos meses: a su juicio el héroe musical de medio planeta es un impostor, un activista de la paz y la justicia que vive como un millonario. Chapman abre el armario y elige unos calzones largos, camisa, jersey y una chaqueta. Antes de enfundarse el abrigo, se le ocurre dejar preparado un altar con una colección de objetos totémicos: su pasaporte caducado, una foto de Dorothy y El León Cobarde en El Mago de Oz, la Biblia abierta por el evangelio según John Lennon y una foto de cuando trabajaba cuidando a niños refugiados vietnamitas. A todo el lote añade una casete de Todd Rundgren, al que considera un rockero íntegro. Nada que ver con el concepto de farsante que tiene de Lennon.

12.00h. Es media tarde en Madrid, donde anochece al compás del nuevo número 1 en la lista de discos sencillos, Woman in Love, canción que los Bee Gees le han escrito a Barbra Streisand. (Just Like) Starting Over, de Lennon, también comienza a ser una melodía popular, pero no llegará a lo más alto de las listas hasta el 2 de febrero de 1981, aún bajo la conmoción del asesinato. En el mediodía neoyorquino, Chapman compra, en la Séptima Avenida, un nuevo ejemplar de El guardián entre el centeno. Nada más salir de la tienda, lo abre por la primera página y escribe: “Ésta es mi declaración. Firmado: Holden Caulfield”. Cuando haya completado su misión y la policía le detenga, no necesitará dar explicaciones. Todas se pueden encontrar en los 26 capítulos de esa novela.

13.15h. A estas alturas de la mañana, Mark Chapman ya lleva un buen rato merodeando por el edificio Dakota, donde se ha cruzado con la actriz Mia Farrow. Infiltrado entre los cazadores de autógrafos, entabla conversación con una de las más perseverantes seguidoras de Lennon, Jude Stein, y otra amiga. El calor de la pistola que esconde en el bolsillo, camuflada entre una cartulina. Las invita a comer en la cafetería del Dakota. Toma una hamburguesa y un par de cervezas.

13.30h. La joven fotógrafa Annie Leibovitz, estandarte del nuevo fotoperiodismo de ROLLING STONE, aparca frente al edificio Dakota para realizar una sesión de hora y media con la pareja. A Leibovitz le encantan los desnudos e intuye que con sus personajes de hoy no tendrá demasiado problema. Le han contado que acaban de fingir un coito frente a las cámaras para el vídeo de un nuevo tema aún en preparación, Walking On Thin Ice. Cuando muestra los bocetos de su idea (ella vestida, él completamente desnudo y abrazado en posición fetal), Lennon responde: “Perfecto, no hay problema”. El músico se despelota y comienza a abrazar a una Yoko hierática. Las primeras pruebas con la Polaroid despiertan el entusiasmo de John. “¡Genial! Así es exactamente nuestra relación. Prométeme que ésta será vuestra portada”. Lo fue, en efecto, el 22 de enero de 1981. La mejor portada en la historia de las revistas estadounidenses, según una reciente encuesta.

14.15h. De regreso a la calle, Chapman entabla animada conversación con el vigilante del Dakota, un afable cubano larguirucho llamado José Perdomo, y con el fotógrafo aficionado Paul Goresh, un habitual de la Calle 72 al que el entorno de Lennon conoce con el poco bondadoso apodo de Dave El Gordo.

15.30h. Concluye la sesión de Leibovitz. John revisa su diario, en el que consta que a las cinco emprenderá una nueva sesión de grabación en los estudios Record Plant. Aprovecha para intercambiar alguna carantoña con su hijo Sean, que ha regresado del colegio. España se ha ido a la cama a esas horas pensando en el comienzo de una semana laboral de cuatro días y en la inminencia de las vacaciones navideñas. Una buena oportunidad para planificar un viaje: hay ofertas de una semana a Atenas por 26.500 pesetas, a Italia por 38.900 o a Viena por 41.900. Pero el objeto más codiciado para las cartas a los Reyes es el video-cassette, un revolucionario invento que permite grabar los programas favoritos de la tele para luego verlos en cualquier momento. La máquina cuesta 109.500 pesetas, más que la inmensa mayoría de las pagas extras de ese mes.

17.05h. Por fin, Chapman ve por primera vez a Lennon y Yoko a las puertas del Dakota. Paralizado por la impresión, es el fotógrafo Goresh quien le anima a acercarse al mito. Chapman le tiende un ejemplar de Double Fantasy que había adquirido la tarde del sábado 6 de diciembre. El edificio Dakota, el mismo en el que Roman Polanski rodó La Semilla del Diablo, se vislumbra en la contraportada del álbum. Lennon atiende al ritual con gesto serio y garabatea sobre la carátula: “John Lennon, 1980”. Al cabo, monta en una limusina con el locutor de San Francisco Dave Sholin y enfila la Avenida Columbus, rumbo a los estudios Record Plant. Paul Goresh ha inmortalizado la escena en una instantánea célebre: Lennon cabizbajo, Chapman y su sonrisa bobalicona en segundo plano.

20.30h. Chapman ha pasado la tarde releyendo El guardián entre el centeno y de cháchara con su nuevo amigo Goresh, al que le ha prometido 50 dólares por la foto del autógrafo con Lennon. Ahora es noche cerrada en Nueva York, hace frío y Paul Goresh decide regresar a casa. Hay muchos días por delante para fotografiar al ex Beatle. Chapman le pide que se quede. “Nunca se sabe. Puede ocurrir algo. Quizás esta noche se marche a España o algo así. A lo mejor no le vuelves a ver nunca”, le avisa. El fotógrafo no entiende una sola palabra de aquella advertencia, así que se encoge de hombros y abandona la Calle 72. Chapman vuelve a pegar la hebra con el cubano Perdomo, con el que habla sobre el asesinato de Kennedy y al que terminará entregando una propina de 50 dólares.

22.00h. Los retoques de Walking on thin ice marchan bien, pero la fatiga comienza a hacer mella en sus protagonistas. Yoko sale del estudio para desentumecerse y John aprovecha su ausencia para sincerarse con el técnico de sonido, Jack Douglas. Le confiesa una corazonada desconcertante: vive como de prestado, le queda poco tiempo en este mundo. Y lo adereza con unas gotas de su característico humor negro: “Seguro que después de morir seré mucho más famoso que Elvis”. A los dos se les escapa una gran carcajada.

22.45. Abrazado por la oscuridad de la noche, Chapman contempla la llegada de una limusina blanca a la Calle 72. Conoce de sobra el nombre de sus ocupantes: John y Yoko. Sumerge la mano en el bolsillo y empuña el Charter calibre 38 que compró el pasado 27 de octubre en Honolulu. Costaba 169 dólares y se lo había vendido, paradojas del destino, un tal Robin Ono. Chapman se ha encargado después de conseguir munición de punta hueca, mucho más mortífera. Ha sufrido una vida de desencantos, ha anhelado escuchar la voz de Jesucristo, ha intentado suicidarse en un par de ocasiones. Pero todo eso fue antes. Esta vez no quiere fallar.

22.46. Lennon avanza hacia la entrada del Dakota con una grabadora y un montón de casetes entre las manos. A sus espaldas escucha una voz que le llama: “Señor Lennon”. No tiene tiempo de girarse. Chapman descarga las cinco balas de su cargador contra esa estrella del rock a la que ha terminado aborreciendo. Los dos primeros plomos alcanzan a Lennon en la espalda, los dos siguientes se le alojan en el hombro y sólo el último se pierde. Malherido, John aún tiene fuerzas de subir los seis escalones de acceso al Dakota antes de desplomarse sobre el suelo. Yoko chilla. Chapman, impávido, comprende que ha tenido éxito.

22.47h. El guarda nocturno Jay Hastings avisa desde su puesto al 911. Cinco escuetas palabras resuenan en las emisoras de los coches patrulla: “Hombre tiroteado. 72 Oeste, Uno”. Hastings se acerca al hombre herido, le retira las gafas de la cara e intenta practicarle un torniquete con su corbata. Comprueba que aquel hombre tiene la mirada perdida y vomita sangre. Jay se saca la chaqueta del uniforme y cubre con ella el maltrecho cuerpo de John.

22.50h. Los agentes Cullen y Spiro son los primeros en llegar. El cubano Perdomo les indica que el autor de los disparos es un joven rollizo que permanece junto a la entrada del edificio, inmerso de nuevo en la lectura de Salinger. Chapman no opone resistencia. “No me hagan daño. Tengo un hombre grande dentro de mí y un hombre pequeño dentro de mí. El hombre pequeño es el que ha apretado el gatillo”, razona.

22.52h. Una segunda pareja de agentes, Gamble y Moran, irrumpe en el Dakota. Giran a la víctima del tiroteo y creen reconocerle.
- ¿Cómo se llama usted?

- Lennon. John Lennon, de los Beatles.

Certifican que no hay tiempo para esperar a la ambulancia, así que introducen a Lennon en su vehículo. Encienden la sirena y enfilan hacia el hospital Roosevelt, en la Calle 59 Oeste, a menos de quince manzanas de allí. Se esfuerzan por mantener consciente al herido, con el que intercambian sus últimas palabras:

- ¿Está seguro de que es John Lennon?

- Lo estoy.

- ¿Cómo se encuentra?

- Me duele.

23.00h. El coche llega al hospital, donde un equipo de siete traumatólogos intenta una transfusión masiva de sangre. Pero ya es demasiado tarde. Lennon agoniza. A las 23.07, los médicos certifican que John Winston Lennon ha muerto.


23.15h. El director médico de urgencias, Stephan Lynn, acude al encuentro de Yoko Ono, que ha llegado al hospital Roosevelt junto al agente Tony Palma. “Tengo muy malas noticias para usted. No hemos podido reanimar a su marido. La primera bala le mató. Le alcanzó el pecho y le perforó la arteria aorta”. Ono, presa del pánico, balbucea: “¿Quiere usted decir que está durmiendo?”.

23.20h. Yoko llama desde el hospital a David Geffen, el presidente de la discográfica que había firmado el contrato para publicar Double Fantasy sin haber escuchado una sola nota. Más tarde telefoneará a “las tres personas a las que John les habría comunicado una cosa así”: la tía Mimi, su hijo Julian y Paul McCartney.

23.30h. La televisión interrumpe la programación para dar la noticia.

23.45h. En su apartamento de la calle 10, una vecina avisa a Javier Martín Domínguez. Tiene 26 años y es corresponsal de RNE en Nueva York. Se lanza escaleras abajo para dar cuenta del desastre desde su equipo de transmisión, en la Segunda Avenida. A la mañana siguiente, el editorial de El País cuenta: “Esta muerte es la confirmación simbólica de que la década prodigiosa ha dejado su lugar a los tiempos sombríos”. El sueño, en efecto, había finalizado.

Este reportaje, publicado en el nº 74 de ROLLING STONE (diciembre 2005) con motivo del 25 aniversario de la muerte de Lennon, se ha nutrido de numerosos recortes periodísticos de la época y de los libros Nowhere Man: Los Últimos Días de John Lennon, de Robert Rosen, y Las Vidas de John Lennon, de Albert Goldman, entre otras fuentes. Agradecimientos a María Bergantiños por su colección lennoniana particular.

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